Dr. Vladimir Cerrón Rojas
El Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) es el instrumento jurídico más completo de carácter internacional y vinculante a las naciones que lo integran. Reconocen los derechos fundamentales de las comunidades indígenas y tribales, garantizando su integridad territorial, cultural, espiritual, organizacional, económica, ecológica, entre otras. Al ser de carácter vinculante, los países que han ratificado su participación, están en la obligación de cumplirlas, aceptando sus resoluciones en rango de ley. El Perú ratificó su participación el 02 de febrero de 1994.
Quienes participan en política deben conocerlo y reconocerlo, y quien osa lo contrario, solo habría conseguido ser observado por la OIT y algo peor, la severa condenación de la historia, como en los hechos lamentables ocurridos en Bagua.
El Estado peruano confundió dos grandes categorías al tejer su estrategia frente a una protesta popular. Confundía pueblo con población, como confundir religión con cristianismo o movimiento social con socialismo. El término de pueblo puede adquirir conceptos, en dependencia del prisma que sea analizado. Para algunos será lo mayoritario, productivo y ayuno de poder, para otros como la OIT será colectivo social con su propia lengua, instituciones, forma de vida, desarrollo económico, territorio y cultura. Es algo más que un simple conglomerado poblacional. En los sucesos de Bagua, el Estado se enfrentó no a la población amazónica, sino a pueblos amazónicos, que hoy en día conocen sus derechos y solicitan la aplicación de los mismos. El Estado subestimó los aportes de la sociología amazónica.
El Estado estaba en la obligación de salvaguardar sus vidas, bienes, trabajo, cultura y su medio ambiente. Según la OIT, el Estado debió comprometerse adecuar la legislación nacional, desarrollar acciones de acuerdo a estas disposiciones, informar periódicamente su aplicación y responder a las observaciones al órgano de control de la OIT.
En las décadas de 1950-1970, el ingreso de las transnacionales caucheras, conllevaron a la extinción de muchas comunidades indígenas y tribales, ahondó las diferencias entre patrones y explotados, no trajo ningún desarrollo asociado a los indígenas y el medio ambiente fue contaminado. Es decir la experiencia fue deplorable. En la selva central de Junín, se vio algo similar, la nación Asháninka, fue desplazada tierra adentro, hasta hoy día, de la capital de Satipo. Contrariamente, la OIT exhorta a los estados la ayuda a eliminar las diferencias socioeconómicas entre miembros indígenas y los demás miembros de la comunidad nacional.
El saldo lamentable de los muertos en el conflicto de Bagua, al momento de someter a la justicia a miembros tribales y del Estado, deberá considerar el Art. 9 de la OIT: “…En cuestiones penales deberán tener en cuenta las costumbres de dichos pueblos en la materia”, al haberse enfrentado a comunidades tribales con cuasi organización y experiencia militar, donde el honor aún sigue siendo un valor innegociable.
La OIT también manifiesta que la exploración y explotación de los recursos naturales en las tierras comunales deberán de protegerse de manera muy especial y que los pueblos tienen el derecho de participar en la utilización, adecuación y conservación de dichos bienes. Si el Estado no consultó a los pueblos, menos tenía la intensión de hacerlas partícipes de los beneficios de la patria amazónica, por considerarlos ciudadanos de segunda categoría y dueños de una propiedad aparente.
De los países firmantes, solamente en Ecuador, Perú, Bolivia y algunos en Brasil, se han dado conflictos serios desde que el neoliberalismo ha puesto sus energías anticipándose en la política, opuesta al Convenio 169 de la OIT, del “Perro del Hortelano”.
¿A quién no le duele Bagua? Cuando le dicen a su gente, soldados valerosos del Cenepa cuando sirven a la patria, pero ciudadanos de segunda clase, cuando reclaman sus derechos comunales y tribales. ¿A quién no le duele Bagua? Cuando para combatir el narcotráfico envían soldados niños al VRAE y para reprimir a los amazónicos les envían las fuerzas especiales de la policía, ¿A quién no le duele Bagua? Cuando congresistas como Meckler y Abuggatas, judío y palestino respectivamente, defienden la soberanía peruana. ¿A quién no le duele Bagua? Cuando el Estado se sienta negociar con los Apus, pero a la vez su Procurador los denuncia por sedición y rebelión. ¿A quién no le duele Bagua? Cuando hay una guerra fratricida, y a unos los llaman asesinados y a otros fallecidos. ¿A quién no le duele Bagua? Cuando el Congreso se resiste a derogar leyes anticonstitucionales.
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