martes, mayo 05, 2015

CAPÍTULO XIV: UNIVERSIDAD CATÓLICA CONTRARRESTA LA IDEOLOGÍA PROGRESISTA (Libro del Dr. Vladimir Cerrón Rojas)



Contrarrestar la ofensiva

La Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) se creó en 1917, año en que triunfa la primera revolución proletaria del mundo, para contrarrestar de manera exitosa la ofensiva ideológica progresista de la UNMSM. Ese plan que aún se mantiene vigente, debía extenderse a Latinoamérica y dentro de cada país, a sus respectivas provincias, donde las universidades estatales se tornaban ideológicamente progresistas en el accionar académico y profesional de algunos de sus docentes y mayoritariamente, de sus egresados, logrando captar simpatía en el terreno social. La UNCP no escapó a esta conspiración.

Al respecto, Humberto Li Verástegui hace una justificada aclaración: “Rusia al mando del gobierno bolchevique intentaba sacudirse de la Iglesia y en nuestra patria gobernaba el último gobierno civilista de José Pardo. Las ideas de Gonzáles Prada no habían salido de su materialismo contemplativo, ni había partido político capaz de llevar sus banderas hacia delante, pero se consideraba un avance importante. La Universidad de San Marcos era cada vez más progresista. Todo este contorno histórico rodeó la fundación de la Universidad Católica, concebida para “formar católicos, que conservaran el orden de la Nación y los valores tradicionales de la cultura cristiana y occidental”. El Padre Jorge  Dintillac quiso evitar a los católicos del 17 los avatares y los riesgos de la confrontación con liberales ateos, y laicistas, que se refirieron en las tiendas sanmarquinas. Es decir, la Universidad Católica, nació cuando los cambios ideológicos alteraban la dinámica social. La Católica nació confesional y, por ello autárquica, cuando hablar de libertades era pretexto de destierro, encierros o entierros; tuvo una explicación y una justificación. Cuando Sánchez Cerro se subleva en Arequipa y depone a Leguía, la década del 30, ordena el cierre de San Marcos y comienza el éxodo a La Católica, donde es penetrada por las ideas liberales. Se produce en su seno una división entre los conservadores, los socialdemócratas y los social progresistas. No cabe duda que la Universidad tiene un nivel académico elevado y buena infraestructura, pero ello no garantiza el cambio de la ideología universitaria” (115).

La creación de las universidades católicas en el Perú, respondía a una política orientada a detener todo avance izquierdista y sobre todo comunista. La derecha necesitaba nutrirse de profesionales que la defiendan en estructura y superestructura del país. Si bien el Consejo Universitario de la mayoría de las instituciones estaba en manos del Apra, ésto no pasaba con las federaciones estudiantiles que las había capturado el FER, incluyendo a la FEP, implantado su ideología y logrando la democratización de muchas de ellas. Pero las universidades católicas no solamente se orientaban a la lucha política, sino también, a llenar sus arcas económicas. Era un negocio redondo si consideramos las palabras de Alejandro O. Deustua: “Aún cuando la Universidad Católica no recibe subvención del Estado, extrae de la sociedad una cantidad de dinero que no llega a las universidades oficiales” (369).

La complicidad del clero y el Estado

Pese a que las autoridades universitarias, una vez nacionalizada la universidad, no mantuvieron compromisos latentes con los intereses populares, la FEUNCP sí lo hacía. Testimonios acerca de lo mencionado tenemos en el Comunicado de Prensa emitido el 11 de septiembre de 1963 acerca de una expropiación que hiciera la Universidad Católica en la Comunidad de Uchubamba, Jauja: “Considerando que nuestra Organización Estudiantil consciente de su deber cívico y patriótico no puede permanecer indiferente en este momento decisivo para nuestra Patria, en que campesinos, estudiantes y obreros tratan de sacudirse del yugo de la explotación y luchan por sus justas reivindicaciones sociales y económicas. Que, los campesinos de la Comunidad de Uchubamba tienen el legítimo derecho de recuperar sus tierras que le han sido arrebatadas injustamente, como el fundo “Ayna” administrado por la Universidad Católica, no obstante poseer esta comunidad títulos de propiedad que datan desde el siglo XVII. Que, habiendo sido apresados varios comuneros entre ellos una madre de familia y el Personero de la Comunidad de Uchubamba por la Fuerza Pública, en atención a ciertas acusaciones emanadas de personas interesadas, por supuestos delitos como: robo, intento de homicidio, violación de domicilio, etc. sin que en la realidad existan pruebas que evidencian la materialización de estos delitos. Acordó: apoyar ampliamente a la Comunidad de Uchubamba en la lucha por la recuperación de sus tierras; protestar contra la policía por seguir manteniendo el régimen del terror e incertidumbre en el país, pese a haberse instaurado un Gobierno Constitucional de inspiración pacifista y revolucionario; hacer un llamado a todas las fuerzas progresistas de la Nación para luchar por la cristalización de una REFORMA AGRARIA auténtica”. Firman: Fernando Romero Villánes, Benjamín Ochoa y Juan Párraga (251).

Calco y copia

En el año 1968, un directivo de la PUCP declara ante un diario capitalino: “Que la Universidad Católica del Perú, con sede en Lima, está dispuesta a crear su filial similar a la de Arequipa, en Huancayo y para ello estaría contando con el apoyo de un vasto sector del estudiantado de la UNCP. La U Católica funcionaría con las Facultades de Medicina, Derecho, Educación y Periodismo”. Es necesario afianzar esta información pues muchos desconocen que en Huancayo funcionó una Universidad Católica, con los mismos fines para las que fueron creadas en Lima, Arequipa y Ayacucho.

Pero, si en realidad el objetivo no era académico ni profesional, como manifestamos en líneas anteriores, ¿cuál era el objetivo de la Universidad Católica de Huancayo? Si atendemos a Degregori, acerca de sus escritos sobre la UNSCH, donde expone las razones por las que se crea la Universidad Pontificia de Ayacucho (UPA), entenderemos que el fenómeno ocurrido en Huancayo no era un hecho casual, sino que respondía a una política de Estado y quizás hasta del Vaticano, quienes habían identificado focos de oposición ideológica en el plano nacional e internacional.

Los estudiantes y egresados de la UNCP estaban renovando la cultura del centro del país, los movimientos progresistas encontraban una fuente y fortaleza ideológica para enfrentar políticamente a los grupos de poder, es decir, se estaba produciendo toda una revolución cultural en Huancayo, algo sin precedentes. La derecha estaba perdiendo cuantitativa y cualitativamente, se formaban profesores con ideas progresistas por la propia autodisciplina académica que luego irían a enseñar a las comunidades del valle y concientizar a la población de una necesidad de cambio.

La oligarquía estaba perdiendo la batalla en el terreno ideológico y político, entonces hacía falta una fuente que creara “cuadros” dispuestos a defenderlos y dar batalla en el campo intelectual universitario y las áreas de influencia de la sociedad, por lo que llegaron a la conclusión de la necesidad de crear una universidad regentada por los grupos de poder, donde no se podría permitir una organización estudiantil capaz de cuestionarlos, actuar con la impunidad total, enmascarada de autonomía y revertir la influencia social que tenía la universidad huanca. Esa fórmula ya había resultado en Lima (Pontificia Universidad Católica del Perú, creada en 1917), en Arequipa (Universidad Católica de Santa María, creada en 1961), estaba desarrollándose en Ayacucho (UPA, creada en 1967) y ahora debía implantarse en Huancayo (Universidad Católica de Huancayo, creada en 1968). Así como la PUCP se crea en 1917 en respuesta a la amenaza que significaba la Revolución Soviética, en Latinoamérica se crean las universidades católicas en respuesta a la Revolución Cubana.

El currículum que debía imponerse procedía de otro continente, de otra realidad y de otros actores sociales. Al respecto de la PUCP, Antonio Zapata manifestaba con toda certeza: “Es decir, la autonomía institucional no es perfecta, porque dependen de la posición de Roma sobre el tipo de enseñanza que propone la PUCP. Depender, en este caso, significa que periódicamente las autoridades de la PUCP viajan a Roma a rendir cuentas y que reciben vistos buenos, lo cual aceptan y declaran; no es algo que alguien haya inventado” (347).

Éstas son las razones que sustentaron la creación de la Universidad Católica de Huancayo con carácter particular, sustento religioso y capaz de moldear mentes dispuestas a defender aspectos oligarcas y eclesiásticos. Éste es el escenario internacional y nacional donde se funda la universidad un 24 de junio de 1968, cuyos fundadores fueron el Arzobispo de Huancayo, monseñor Mariano Jacinto Valdivia, quien fue nombrado Gran Canciller de la universidad; el Reverendo Padre Peñaloza, joven y dinámico sacerdote salesiano, hijo de esta tierra generosa, con estudios de postgrado en Europa, ocupa con gran acierto el cargo de primer rector de la universidad, y el sacerdote Julio Valezmoro detenta el cargo de vicerrector, contaba con un doctorado en Sociología en Europa (120).

Aunque abiertamente nunca se supo que el Arzobispado de Huancayo tuviera injerencia, la nueva universidad respondía a sus intereses. Pero este centro tiene el triste recuerdo de haber durado solamente, en promedio, un año, al cabo del cual se clausuró y algunos de sus estudiantes, los que pudieron, pasaron a la UPA en Ayacucho, la misma que, finalmente, fue absorbida por la UNSCH.
   
La Universidad Católica de Huancayo inicialmente ofreció las Facultades de Derecho, Medicina, Ciencias Económicas y Ciencias Sociales. Posteriormente ofrecería la Facultad de Periodismo. Su local estaba situado en los altos de la Parroquia de Huancayo. Sus primeros docentes fueron el Ing. Esaú Caro Meza, el Dr. Gottardo Agüero Jurado, el Ing. Julio Bonilla, profesor Carlos Villanes Cairo y el Dr. Abelardo Villar Zárate (3).

En realidad, la universidad solo contaba con cuatro facultades y nueve escuelas. La Facultad de Estudios Generales con el Dr. Luis Sobrevilla Gonzáles; Facultad de Derecho con su decano el R.P. Félix Saiz; Facultad de Ciencias con el Dr. Alfredo Vargas Córdova; Facultad de Sociales, Económicas e Ingeniería con su decano Julio Bonilla García. Las escuelas fueron: Superior de Artes Plásticas dirigida por el Prof. Florencio Sánchez Rivera; Enfermería dirigida por R.M. Sor María de Jesús; Asistencia Social dirigida por la Dra. Luz Duarte de Véliz; Educación Familiar dirigida por la profesora Antonieta de Véliz y la escuela de Periodismo. La Asesoría Jurídica estaba a cargo del Dr. Jesús Véliz Lizárraga y Tesorería, del Dr. Benjamín Meneses.

Esta universidad, al igual que las otras, se creó con la anuencia del Apra en el Parlamento, pero luego del golpe de Estado que ejecutara Velasco al populismo y al aprismo, fueron ensombreciendo su reconocimiento. Así el 22 de febrero de 1969, la Universidad Católica de Huancayo emite un comunicado tratando de justificar la demora en su legalización: “Las gestiones de oficialización de nuestra Universidad se encuentran muy avanzadas. En el Decreto Ley 17437 del 18 del presente mes y año, en el artículo 165, tácitamente se reconoce la existencia y funcionamiento de nuestra Universidad y otorga un plazo perentorio al conseguir la oficialización”.

Parodias de universidad

Pero, ¿por qué fracasaron y desparecieron las universidades católicas y otras sobrevivieron? La razón es simple, las universidades estatales tenían más prestigio, mejores profesores, era gratuita, el ingreso era masivo en algunas de ellas y finalmente, el golpe militar coadyuvó a clausurar alguna de las universidades católicas. En la UPA, los profesores y estudiantes provenían de Lima y Huancayo resultando costoso mantenerlos en una universidad desprovista de local sin residencia estudiantil ni docente. Además, socioeconómicamente Huancayo y Ayacucho no estaban en la capacidad de mantener universidades particulares, por lo que las universidades católicas estarían condenadas a desaparecer, así fue, las dos fueron absorbidas por las universidades nacionales de su misma región. Por el contrario, en Lima y Arequipa, donde se asentaba aún la aristocracia, la supervivencia estaba garantizada.

Otro personaje que no podemos dejar de nombrar es el Reverendo Padre Bernardo Rea Ravello, quien enseñaba en ambas universidades de Huancayo, lo cual trajo suspicacias respecto a la verdadera labor que realizaba. El 28 de abril de 1969 aparece una publicación periodística acerca de las declaraciones del Dr. José Bravo Gurt, quien habría insinuado que la búsqueda de recesión de la UNCP respondía a intereses por conseguir la oficialización de la Universidad Católica de Huancayo, puesto que de no producirse la oficialización de dicha universidad en el transcurso de este año, quedaba el camino legal de funcionar como filial de la Universidad Católica de Ayacucho (118). A esto el Padre Rea respondió que se trataba de una calumnia por parte del Dr. Bravo Gurt, quien había manifestado que la presencia del sacerdote Rea no debiera contemplarse en la Comisión Reorganizadora, puesto que trabajaba en la Universidad Católica de Huancayo y ésto podía crear las condiciones para el receso de la UNCP, en beneficio de la otra universidad. Ésto condujo a la renuncia del Reverendo Padre Rea a la docencia en la Universidad Católica de Huancayo y que su condición de profesor de Filosofía en la UNCP le permitía y daba el derecho a integrar la Comisión Reorganizadora (187).
  
El Arzobispado de Huancayo propició y desarrolló una serie de capacitaciones dirigidas a los docentes de esta Casa Superior de Estudios, nunca estuvo indiferente sobre los efectos sociales derivados de la influencia de la UNCP, pero siempre manteniendo su posición ideológica. En aquella ocasión, el arzobispo y presidente Ricardo Durán Flores, el 17 de septiembre de 1972, en representación de la Comisión Episcopal de Educación, criticó algunas imperfecciones del magisterio: “El nivel de estudios, el desempeño desplegado y el entusiasmo por el progreso científico, no corresponden a la magnitud del reto que se ha impuesto en el Perú, el cual exige sacrificios de envergadura. Hay profesores que repiten año tras año los mismos cursos sin renovarse, mientras las disciplinas que enseñan nacen en otras partes con espectaculares avances. Aducen la insuficiencia de sueldos” (122). Ésta es la experiencia católica universitaria en la Ciudad Incontrastable, finalmente, sin mayor o ninguna trascendencia.









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