Contrarrestar la ofensiva
La Pontificia
Universidad Católica del Perú (PUCP) se creó en 1917, año en que triunfa la
primera revolución proletaria del mundo, para contrarrestar de manera exitosa
la ofensiva ideológica progresista de la UNMSM. Ese plan que aún se mantiene
vigente, debía extenderse a Latinoamérica y dentro de cada país, a sus
respectivas provincias, donde las universidades estatales se tornaban
ideológicamente progresistas en el accionar académico y profesional de algunos
de sus docentes y mayoritariamente, de sus egresados, logrando captar simpatía
en el terreno social. La UNCP no escapó a esta conspiración.
Al respecto,
Humberto Li Verástegui hace una justificada aclaración: “Rusia al mando del gobierno bolchevique intentaba sacudirse de la
Iglesia y en nuestra patria gobernaba el último gobierno civilista de José
Pardo. Las ideas de Gonzáles Prada no habían salido de su materialismo
contemplativo, ni había partido político capaz de llevar sus banderas hacia
delante, pero se consideraba un avance importante. La Universidad de San Marcos
era cada vez más progresista. Todo este contorno histórico rodeó la fundación
de la Universidad Católica, concebida para “formar católicos, que conservaran
el orden de la Nación y los valores tradicionales de la cultura cristiana y
occidental”. El Padre Jorge Dintillac
quiso evitar a los católicos del 17 los avatares y los riesgos de la
confrontación con liberales ateos, y laicistas, que se refirieron en las
tiendas sanmarquinas. Es decir, la Universidad Católica, nació cuando los
cambios ideológicos alteraban la dinámica social. La Católica nació confesional
y, por ello autárquica, cuando hablar de libertades era pretexto de destierro,
encierros o entierros; tuvo una explicación y una justificación. Cuando Sánchez
Cerro se subleva en Arequipa y depone a Leguía, la década del 30, ordena el
cierre de San Marcos y comienza el éxodo a La Católica, donde es penetrada por
las ideas liberales. Se produce en su seno una división entre los
conservadores, los socialdemócratas y los social progresistas. No cabe duda que
la Universidad tiene un nivel académico elevado y buena infraestructura, pero
ello no garantiza el cambio de la ideología universitaria” (115).
La creación de
las universidades católicas en el Perú, respondía a una política orientada a
detener todo avance izquierdista y sobre todo comunista. La derecha necesitaba
nutrirse de profesionales que la defiendan en estructura y superestructura del
país. Si bien el Consejo Universitario de la mayoría de las instituciones
estaba en manos del Apra, ésto no pasaba con las federaciones estudiantiles que
las había capturado el FER, incluyendo a la FEP, implantado su ideología y
logrando la democratización de muchas de ellas. Pero las universidades
católicas no solamente se orientaban a la lucha política, sino también, a
llenar sus arcas económicas. Era un negocio redondo si consideramos las
palabras de Alejandro O. Deustua: “Aún
cuando la Universidad Católica no recibe subvención del Estado, extrae de la
sociedad una cantidad de dinero que no llega a las universidades oficiales” (369).
La complicidad del clero y el Estado
Pese a que las
autoridades universitarias, una vez nacionalizada la universidad, no
mantuvieron compromisos latentes con los intereses populares, la FEUNCP sí lo
hacía. Testimonios acerca de lo mencionado tenemos en el Comunicado de Prensa
emitido el 11 de septiembre de 1963 acerca de una expropiación que hiciera la
Universidad Católica en la Comunidad de Uchubamba, Jauja: “Considerando que nuestra Organización Estudiantil consciente de su
deber cívico y patriótico no puede permanecer indiferente en este momento
decisivo para nuestra Patria, en que campesinos, estudiantes y obreros tratan
de sacudirse del yugo de la explotación y luchan por sus justas
reivindicaciones sociales y económicas. Que, los campesinos de la Comunidad de
Uchubamba tienen el legítimo derecho de recuperar sus tierras que le han sido
arrebatadas injustamente, como el fundo “Ayna” administrado por la Universidad
Católica, no obstante poseer esta comunidad títulos de propiedad que datan
desde el siglo XVII. Que, habiendo sido apresados varios comuneros entre ellos
una madre de familia y el Personero de la Comunidad de Uchubamba por la Fuerza
Pública, en atención a ciertas acusaciones emanadas de personas interesadas,
por supuestos delitos como: robo, intento de homicidio, violación de domicilio,
etc. sin que en la realidad existan pruebas que evidencian la materialización
de estos delitos. Acordó: apoyar ampliamente a la Comunidad de Uchubamba en la
lucha por la recuperación de sus tierras; protestar contra la policía por
seguir manteniendo el régimen del terror e incertidumbre en el país, pese a
haberse instaurado un Gobierno Constitucional de inspiración pacifista y
revolucionario; hacer un llamado a todas las fuerzas progresistas de la Nación
para luchar por la cristalización de una REFORMA AGRARIA auténtica”. Firman:
Fernando Romero Villánes, Benjamín Ochoa y Juan Párraga (251).
Calco y copia
En el año
1968, un directivo de la PUCP declara ante un diario capitalino: “Que la Universidad Católica del Perú, con
sede en Lima, está dispuesta a crear su filial similar a la de Arequipa, en
Huancayo y para ello estaría contando con el apoyo de un vasto sector del
estudiantado de la UNCP. La U Católica funcionaría con las Facultades de
Medicina, Derecho, Educación y Periodismo”. Es necesario afianzar esta
información pues muchos desconocen que en Huancayo funcionó una Universidad
Católica, con los mismos fines para las que fueron creadas en Lima, Arequipa y
Ayacucho.
Pero, si en
realidad el objetivo no era académico ni profesional, como manifestamos en
líneas anteriores, ¿cuál era el objetivo de la Universidad Católica de
Huancayo? Si atendemos a Degregori, acerca de sus escritos sobre la UNSCH,
donde expone las razones por las que se crea la Universidad Pontificia de
Ayacucho (UPA), entenderemos que el fenómeno ocurrido en Huancayo no era un
hecho casual, sino que respondía a una política de Estado y quizás hasta del
Vaticano, quienes habían identificado
focos de oposición ideológica en el plano nacional e internacional.
Los
estudiantes y egresados de la UNCP estaban renovando la cultura del centro del
país, los movimientos progresistas encontraban una fuente y fortaleza
ideológica para enfrentar políticamente a los grupos de poder, es decir, se
estaba produciendo toda una revolución cultural en Huancayo, algo sin
precedentes. La derecha estaba perdiendo cuantitativa y cualitativamente, se
formaban profesores con ideas progresistas por la propia autodisciplina
académica que luego irían a enseñar a las comunidades del valle y concientizar
a la población de una necesidad de cambio.
La oligarquía
estaba perdiendo la batalla en el terreno ideológico y político, entonces hacía
falta una fuente que creara “cuadros” dispuestos a defenderlos y dar batalla en
el campo intelectual universitario y las áreas de influencia de la sociedad,
por lo que llegaron a la conclusión de la necesidad de crear una universidad
regentada por los grupos de poder, donde no se podría permitir una organización
estudiantil capaz de cuestionarlos, actuar con la impunidad total, enmascarada
de autonomía y revertir la influencia social que tenía la universidad huanca.
Esa fórmula ya había resultado en Lima (Pontificia Universidad Católica del
Perú, creada en 1917), en Arequipa (Universidad Católica de Santa María, creada
en 1961), estaba desarrollándose en Ayacucho (UPA, creada en 1967) y ahora
debía implantarse en Huancayo (Universidad Católica de Huancayo, creada en
1968). Así como la PUCP se crea en 1917 en respuesta a la amenaza que
significaba la Revolución Soviética, en Latinoamérica se crean las
universidades católicas en respuesta a la Revolución Cubana.
El currículum
que debía imponerse procedía de otro continente, de otra realidad y de otros
actores sociales. Al respecto de la PUCP, Antonio Zapata manifestaba con toda
certeza: “Es decir, la autonomía
institucional no es perfecta, porque dependen de la posición de Roma sobre el
tipo de enseñanza que propone la PUCP. Depender, en este caso, significa que
periódicamente las autoridades de la PUCP viajan a Roma a rendir cuentas y que
reciben vistos buenos, lo cual aceptan y declaran; no es algo que alguien haya
inventado” (347).
Éstas son las
razones que sustentaron la creación de la Universidad Católica de Huancayo con
carácter particular, sustento religioso y capaz de moldear mentes dispuestas a
defender aspectos oligarcas y eclesiásticos. Éste es el escenario internacional
y nacional donde se funda la universidad un 24 de junio de 1968, cuyos fundadores
fueron el Arzobispo de Huancayo, monseñor Mariano Jacinto Valdivia, quien fue
nombrado Gran Canciller de la universidad; el Reverendo Padre Peñaloza, joven y
dinámico sacerdote salesiano, hijo de esta tierra generosa, con estudios de
postgrado en Europa, ocupa con gran acierto el cargo de primer rector de la
universidad, y el sacerdote Julio Valezmoro detenta el cargo de vicerrector,
contaba con un doctorado en Sociología en Europa (120).
Aunque
abiertamente nunca se supo que el Arzobispado de Huancayo tuviera injerencia,
la nueva universidad respondía a sus intereses. Pero este centro tiene el
triste recuerdo de haber durado solamente, en promedio, un año, al cabo del
cual se clausuró y algunos de sus estudiantes, los que pudieron, pasaron a la
UPA en Ayacucho, la misma que, finalmente, fue absorbida por la UNSCH.
La Universidad
Católica de Huancayo inicialmente ofreció las Facultades de Derecho, Medicina,
Ciencias Económicas y Ciencias Sociales. Posteriormente ofrecería la Facultad
de Periodismo. Su local estaba situado en los altos de la Parroquia de Huancayo.
Sus primeros docentes fueron el Ing. Esaú Caro Meza, el Dr. Gottardo Agüero
Jurado, el Ing. Julio Bonilla, profesor Carlos Villanes Cairo y el Dr. Abelardo
Villar Zárate (3).
En realidad,
la universidad solo contaba con cuatro facultades y nueve escuelas. La Facultad
de Estudios Generales con el Dr. Luis Sobrevilla Gonzáles; Facultad de Derecho
con su decano el R.P. Félix Saiz; Facultad de Ciencias con el Dr. Alfredo
Vargas Córdova; Facultad de Sociales, Económicas e Ingeniería con su decano
Julio Bonilla García. Las escuelas fueron: Superior de Artes Plásticas dirigida
por el Prof. Florencio Sánchez Rivera; Enfermería dirigida por R.M. Sor María
de Jesús; Asistencia Social dirigida por la Dra. Luz Duarte de Véliz; Educación
Familiar dirigida por la profesora Antonieta de Véliz y la escuela de Periodismo.
La Asesoría Jurídica estaba a cargo del Dr. Jesús Véliz Lizárraga y Tesorería,
del Dr. Benjamín Meneses.
Esta
universidad, al igual que las otras, se creó con la anuencia del Apra en el
Parlamento, pero luego del golpe de Estado que ejecutara Velasco al populismo y
al aprismo, fueron ensombreciendo su reconocimiento. Así el 22 de febrero de
1969, la Universidad Católica de Huancayo emite un comunicado tratando de
justificar la demora en su legalización: “Las
gestiones de oficialización de nuestra Universidad se encuentran muy avanzadas.
En el Decreto Ley 17437 del 18 del presente mes y año, en el artículo 165,
tácitamente se reconoce la existencia y funcionamiento de nuestra Universidad y
otorga un plazo perentorio al conseguir la oficialización”.
Parodias de universidad
Pero, ¿por qué
fracasaron y desparecieron las universidades católicas y otras sobrevivieron?
La razón es simple, las universidades estatales tenían más prestigio, mejores
profesores, era gratuita, el ingreso era masivo en algunas de ellas y
finalmente, el golpe militar coadyuvó a clausurar alguna de las universidades
católicas. En la UPA, los profesores y estudiantes provenían de Lima y Huancayo
resultando costoso mantenerlos en una universidad desprovista de local sin
residencia estudiantil ni docente. Además, socioeconómicamente Huancayo y
Ayacucho no estaban en la capacidad de mantener universidades particulares, por
lo que las universidades católicas estarían condenadas a desaparecer, así fue,
las dos fueron absorbidas por las universidades nacionales de su misma región.
Por el contrario, en Lima y Arequipa, donde se asentaba aún la aristocracia, la
supervivencia estaba garantizada.
Otro personaje
que no podemos dejar de nombrar es el Reverendo Padre Bernardo Rea Ravello,
quien enseñaba en ambas universidades de Huancayo, lo cual trajo suspicacias
respecto a la verdadera labor que realizaba. El 28 de abril de 1969 aparece una
publicación periodística acerca de las declaraciones del Dr. José Bravo Gurt,
quien habría insinuado que la búsqueda de recesión de la UNCP respondía a
intereses por conseguir la oficialización de la Universidad Católica de
Huancayo, puesto que de no producirse la oficialización de dicha universidad en
el transcurso de este año, quedaba el camino legal de funcionar como filial de
la Universidad Católica de Ayacucho (118). A esto el Padre Rea respondió que se
trataba de una calumnia por parte del Dr. Bravo Gurt, quien había manifestado
que la presencia del sacerdote Rea no debiera contemplarse en la Comisión
Reorganizadora, puesto que trabajaba en la Universidad Católica de Huancayo y
ésto podía crear las condiciones para el receso de la UNCP, en beneficio de la
otra universidad. Ésto condujo a la renuncia del Reverendo Padre Rea a la
docencia en la Universidad Católica de Huancayo y que su condición de profesor
de Filosofía en la UNCP le permitía y daba el derecho a integrar la Comisión
Reorganizadora (187).
El Arzobispado
de Huancayo propició y desarrolló una serie de capacitaciones dirigidas a los
docentes de esta Casa Superior de Estudios, nunca estuvo indiferente sobre los
efectos sociales derivados de la influencia de la UNCP, pero siempre
manteniendo su posición ideológica. En aquella ocasión, el arzobispo y presidente
Ricardo Durán Flores, el 17 de septiembre de 1972, en representación de la
Comisión Episcopal de Educación, criticó algunas imperfecciones del magisterio:
“El nivel de estudios, el desempeño
desplegado y el entusiasmo por el progreso científico, no corresponden a la
magnitud del reto que se ha impuesto en el Perú, el cual exige sacrificios de
envergadura. Hay profesores que repiten año tras año los mismos cursos sin
renovarse, mientras las disciplinas que enseñan nacen en otras partes con
espectaculares avances. Aducen la insuficiencia de sueldos” (122). Ésta es
la experiencia católica universitaria en la Ciudad Incontrastable, finalmente,
sin mayor o ninguna trascendencia.
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