martes, mayo 05, 2015

CAPÍTULO XVII: MÁRTIRES DE LA UNIVERSIDAD (Libro del Dr. Vladimir Cerrón Rojas)


Isaías Marlon Bravo Flores

Marlon Bravo era estudiante de la Facultad de Agronomía y a sus 19 años de edad participaba en una protesta, el 25 de enero de 1984, que reclamaba contra el aumento del pasaje universitario, solicitaba aumento de rentas para la universidad peruana y se manifestaba en contra de la promulgada nueva Ley Universitaria 23733 (Ley Alayza-Sánchez). Esta marcha fue convocada por la FEUNCP, bajo la presidencia del alumno Walter Ayala Cárdenas, y se disponían a salir del campus universitario hacia la Carretera Central y de ésta hacia el centro de Huancayo. La Guardia Civil y sus efectivos se posicionaron enfrente de Ciudad Universitaria con la orden de no dejar salir a ningún estudiante. Los alumnos por su parte insistieron en la marcha, motivo por el que se inició una balacera indiscriminada, pero la represión se tornó aún más dura frente a la resistencia de los estudiantes y en esas circunstancias, el estudiante Isaías Marlon Bravo fue alcanzado por una bala que  le impactó los órganos vitales del tórax.

En ese enfrentamiento hubo decenas de heridos y varios detenidos. La mayoría de los alumnos se replegaron en Ciudad Universitaria donde capturaron a un oficial de la entonces Policía de Investigaciones del Perú (PIP) y dos suboficiales, los mismos que se encontraban en la muchedumbre en condición de infiltrados y agitaban para quemar los carros de transporte estudiantil dentro del recinto. En las afueras del local universitario la policía detuvo a un total de 100 estudiantes y los condujeron al Departamento de Seguridad del Estado. La noticia del asesinato caldeó los ánimos de los estudiantes y un contingente de la PIP hizo su arribo al campus donde el coronel jefe procedió a interrogar al Presidente de la FEUNCP reclamando a sus policías detenidos. La fricción entre ambos fue acalorada porque el Presidente pidió la libertad para sus compañeros estudiantes a cambio de la libertad de los policías infiltrados, y así fue.

Las autoridades universitarias mantuvieron una conducta expectante a excepción del director de Bienestar Universitario y Asuntos Estudiantiles, Prof. Jaime Cerrón Palomino, quien una vez enterado de los sucesos fue al lugar de los hechos, constatando la muerte del estudiante en el centro médico de Ciudad Universitaria, donde le fue entregado por los estudiantes el carné universitario del fallecido. Horas más tarde, Marlon Bravo Flores era declarado héroe estudiantil a nivel nacional. El profesor Jaime Cerrón dio las condolencias a la familia, la comunidad universitaria y al pueblo de Huancayo y manifestó que la demanda de los estudiantes sea atendida puesto que la universidad peruana enfrentaba una política estatal de recorte presupuestario (por el gobierno de Fernando Belaúnde) y que se le doten de mayores víveres y recursos en bienestar del estudiantado.

A consecuencia de este crimen, la UNMSM organizó una manifestación de protesta en el interior de la Ciudad Universitaria, por el asesinato del estudiante Marlon Bravo Flores, generándose como resultado otro enfrentamiento brutal con la policía. La contienda culminó con un herido de gravedad, el estudiante Oscar Cárdenas Santiago de la Facultad de Derecho, quien había sido baleado a la altura del esternón. Esa semana la FEP declaró duelo estudiantil nacional (384).

Al igual que el de muchos otros estudiantes y líderes estudiantiles, el crimen de Marlon Bravo Flores, ha quedado impune.


Santos Huamaní Caballa

En el año 1986, cuando se realizaban las elecciones estudiantiles en la UNCP, fue asesinado de un disparo en la cabeza el estudiante de Antropología Santos Huamaní Caballa, dirigente estudiantil de su Facultad y militante de la Juventud Comunista en Huancayo. Su asesinato fue consecuencia de una agresión directa del Comando Paramilitar Rodrigo Franco, en la que se ha especulado mucho que su autoría se deba al hijo de un diputado aprista fundador de dicha organización criminal.

Se sucedieron hechos como nunca en el campus. Según un testigo presencial, cerca de las 6 p.m. hizo su aparición el diputado Abdón Vílchez Melo con un grupo de búfalos con el claro objetivo de boicotear las elecciones y consecuentemente, el triunfo del FER; entraron los apristas arranchando las cédulas, pero el alumnado reacciona y cerca de las 7 p.m. Vílchez era capturado junto a su gente, lo encontraron con dos revólveres dentro del campus universitario y en compañía de seudoestudiantes, lo condujeron en calidad de decomisado a la biblioteca de la UNCP donde se encontraba el Comité Electoral. En cuestión de instantes el hecho se hizo público e hizo su aparición el Prefecto de Junín solicitando la libertad de Vílchez por su calidad de diputado. También intervino el diputado izquierdista Alejandro Olivera Vila. Ante estos hechos, los estudiantes liberaron al diputado (con una herida en la cabeza) y su séquito a las 9 p.m., previo acta de constatación de lo que había ocurrido. Por el otro lado, Santos Huamaní yacía muerto. Este crimen también se encuentra impune.


Herminio Parra Rivera

Nació en Huánuco el 18 de mayo de 1942.  En 1962 egresó como ingeniero civil de las aulas de la UNI. Cursa una segunda carrera de Física y Matemáticas en la misma universidad, donde destacó como secretario general del Centro Federado de Estudiantes de la Facultad de Ciencias (1968-1971). A pesar de tener carreras no afines a las ciencias sociales, se dedicó al estudio e investigación de la historia aplicada a nuestra realidad social, fue un autodidacta. Ésto le permitió realizar un análisis científico de la historia y de la realidad peruana, aportes que se mencionan en sus obras: Perú, La República, Las Elecciones y la Miseria de su Historia; El Hayatorrismo en el Perú y la publicada póstumamente, De Invasores a Oligarcas.

Parra fue asesinado el 1 de octubre de 1988 en su domicilio, por obra del Comando Paramilitar Rodrigo Franco, durante el primer gobierno de Alan García Pérez, cuando ejercía la docencia en la universidad. Su crimen permanece impune y es recordado como el primer mártir del estamento docente en la UNCP (363).

Luis Aguilar Romaní

Nacido en Huanta, Ayacucho. Cursó la educación secundaria en la Gran Unidad Escolar Paúl Gonzáles Vigil en su pueblo natal. Ingresó a la UNMSM a la Facultad de Filosofía y Ciencias Sociales de la cual egresó con el título de Licenciado en Educación, iniciando su labor docente en el Colegio Bruno Terreros de la comunidad de Muquiyauyo, Jauja y posteriormente reasignado al Colegio Túpac Amaru de Chilca, Huancayo. Continuó su labor docente en el Instituto Superior Pedagógico Teodoro Peñaloza de Chupaca y finalmente, en la UNCP adscrito a la Facultad de Pedagogía y Humanidades.

Presente en la lucha sindical como secretario general del Sindicato de Docentes de la UNCP y presente en las luchas populares que le permitió dirigir la invasión al fundo Salas (54 hectáreas) en el distrito de El Tambo, fundándose el más grande asentamiento humano de Huancayo al que denominaron Justicia, Paz y Vida; eslogan que utilizara la Izquierda Unida en la década de 1980. La invasión se hizo conjuntamente con Hipólito Tobías Sovero y Gerardo Matos Aquino, ambos trabajadores de la Municipalidad Provincial de Huancayo bajo el amparo del entonces alcalde Juan Tutuy Aspauza, quien había reemplazado al asesinado Saúl Muñoz Menacho.

Aguilar Romaní fue asesinado por dos disparos en la cabeza y uno en el tórax, el 18 de julio de 1989, en las oficinas del decanato de la Facultad de Pedagogía y Humanidades, cuando desempeñaba el cargo de docente asociado, delante del decano Jaime Cerrón Palomino. Aún con vida, fue trasladado a la Clínica Hans Rhur de Huancayo donde llegó con signos de rigidez de descerebración, según el neurocirujano Dr. Danilo Morales, quien lo condujo a la capital con alguna esperanza de tratamiento.

Si nos ponemos a razonar sobre este suceso, veremos que ocurrieron múltiples hechos sospechosos sobre el atentado al Prof. Aguilar. Se especuló que Sendero Luminoso fue quien ejecutó el crimen, pero caben dudas e interrogantes al respecto: ¿por qué Sendero Luminoso habría escogido el escenario de la universidad para asesinarlo, si podría haberlo ejecutado en otro sitio?, ¿por qué comprometer más a la UNCP que estaba siendo golpeada por la represión?, ahora bien, si hubiera sido Sendero Luminoso, ¿por qué asesinar a su víctima en su supuesto centro de operaciones? y finalmente, ¿por qué trasladó a la víctima al Hospital Militar y no al Hospital del Seguro Social? Si Aguilar era docente universitario, debía ser trasladado en Lima a un centro que garantizara la mejor tecnología y la gratuidad, por tanto, le correspondía, por ser asegurado, el Hospital Guillermo Almenara o Edgardo Rebagliatti, mas no el Hospital Militar.

La denuncia hecha por Joel López Galván y la no reivindicación de su asesinato por ninguna fuerza beligerante, pueden dar respuesta a estas dudas y orientar a un tercer sospechoso interesado en generar un conflicto interno entre Sendero Luminoso y el MRTA dentro y fuera de la universidad, es decir, a los servicios de inteligencia del ejército o las fuerzas paramilitares. Esta última hipótesis no es frágil si consideramos que Aguilar fue asesinado con el objetivo de hacer que la población del asentamiento humano Justicia, Paz y Vida y los estudiantes de la UNCP, del cual era su presidente y docente respectivamente, se volcaran contra Sendero Luminoso, ya que para la PIP, Aguilar era un presunto miembro del MRTA.

Si bien se especuló mucho acerca de su muerte, lo cierto es que aún no se sabe a ciencia cierta quién es el autor, aunque en algo nos pueden ayudar las declaraciones hechas por su dilecto amigo y discípulo Joel López Galván, quien lo acompañó hasta el final, reforzando nuestra hipótesis: “Lo recuerdo como si fuera ayer, estaba sentado frente a la Sala de Cuidados Intensivos del Hospital Militar cuando vi salir, sigilosamente, a un paramilitar disfrazado de enfermero, le pregunté qué hacía en la habitación del profesor, pero no me respondió… Se perdió raudo en el pasillo, mientras vi en el interior de la habitación dos más, parados al lado del profesor Aguilar. Que hacen –les pregunté – y me dijeron “cuidando al enfermo”, pero era mentira, ellos habían ido con el firme propósito de rematarlo, y lo hicieron. Él estaría aún vivo, aunque sea vegetal, pero estaría vivo” (337).

La memoria del Prof. Aguilar es honrada por los pobladores del asentamiento humano Justicia, Paz y Vida donde su colegio lleva su nombre y en su plaza puede observarse un monumento.

Caso similar al del Prof. Aguilar, ocurrió con Saúl Muñoz Menacho que por mucho tiempo se creyó que fue atentado por alguna fuerza subversiva o fuera víctima de una conspiración dentro de su propio partido, pero luego de 23 años el Departamento de Estado de los EEUU desclasificó una valiosa información demostrándose que Saúl Muñoz fue asesinado por un comando del ejército peruano. Esta información es cierta si consideramos la confesión del verdugo capitán (r) Víctor Penas hecha a Ricardo Uceda (375): “Como egresado de la Escuela de Comandos, a Penas le constaban muchas cosas más. Por ejemplo, sabía cómo fue asesinado Saúl Muñoz Menacho, el alcalde izquierdista de Huancayo, el 24 de julio de 1984… Muñoz fue uno de los objetivos que los instructores les impusieron a los comandos que egresarían ese año, la tarea final del curso”.

Otro caso análogo fue el asesinato de Jaime Cerrón Palomino y Armando Tapia Gutiérrez, quienes fueron encontrados con un letrero que reivindicaba el crimen por el grupo subversivo MRTA, pero en realidad fue asesinado por fuerzas paramilitares. Con el mismo modo operandis, el 4 de noviembre de 1989, el ejército peruano ejecutó a ocho pobladores, incluyendo un menor de edad, en la comunidad campesina de Pucará (Huancayo) y antes de ser ejecutados se les obligó a hacer pintas del MRTA (396).

Estas pruebas ponen de manifiesto la fallida estrategia, regla de la lucha antisubversiva, que utilizaron los aparatos del poder aprista y fujimorista, siendo la UNCP y el pueblo, un blanco injusto en su desesperada represión. 


Armando Tapia Gutiérrez

Recordado cariñosamente con el apelativo de Sacha. Fue secuestrado, torturado y asesinado el 8 de junio de 1990, junto al vicerrector Jaime Cerrón Palomino, cuando desempeñaba la labor de chofer del rectorado y vicerrectorado de la UNCP. Ambos cadáveres fueron hallados en el anexo de Aramachay, distrito de Sincos, provincia de Jauja. Su muerte es contradictoria al modus operandi del grupo subversivo MRTA, a quien quisieron culpar, por lo que se concluye su asesinato como obra de un comando paramilitar del ejército peruano. Otra vez, la estrategia fallida.


Roberto Aguirre Palomino

Nació en el anexo de Pishupyacun, distrito de Chilca, el 21 de febrero de 1947. Terminó la educación secundaria técnica en el Colegio Nacional Túpac Amaru de su distrito y continuó estudios en el Instituto Cultural Peruano Norteamericano, lo cual le permitió iniciarse en el magisterio como profesor de la asignatura de Inglés en el Colegio La Victoria de Ayacucho para luego ser reasignado al Colegio Nacional Santa Isabel de Huancayo. Paralelamente a su trabajo, estudió en la Facultad de Pedagogía y Humanidades de la UNCP, de donde egresa con el título de Licenciado en Educación en la Especialidad de Ciencias Sociales e Historia. Ingresa a la cátedra universitaria en 1984 y simultáneamente, comienza estudios de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Privada Los Andes (UPLA).

Roberto Aguirre estuvo presente en las luchas sindicales ocupando cargos de gran responsabilidad. Fue secretario general del SUTESI y del Sindicato de Docentes de la Facultad de Pedagogía y Humanidades de la UNCP. Ocupó cargos políticos como concejal del distrito de Chilca. Su producción intelectual ha sido fructífera llegando a publicar numerosos artículos en los diferentes periódicos y revistas de la región. Fue discípulo del Maestro Jaime Cerrón Palomino, asesinado cuatro meses antes, con quien publicó en coautoría los libros de Historia y Filosofía de la Educación Universal; Historia y Filosofía de la Educación Peruana e Historia de las Ideas en el Perú Contemporáneo, etc. Haciendo un llamado al magisterio decía: “del magisterio se exige una actitud revolucionaria, para forjar un Perú sin explotados ni explotadores”.

Después de haber culminado la última clase, el 15 de octubre de 1990, fue vilmente asesinado en el portal de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la UPLA, recibiendo múltiples disparos que le condujeron a la muerte. Acerca de su asesinato, el diario de mayor circulación regional mencionó: “El asesinato del catedrático, llamó la atención de familiares y amigos que lo conocieron por cuanto tuvo lazos estrechos de amistad con el también asesinado Vicerrector Académico Jaime Cerrón Palomino. Se supo que el estudiante de Derecho, fue quien organizó los funerales del Ex Vicerrector de la UNCP, siendo uno de sus más cercanos colaboradores” (340).

El crimen de Aguirre Palomino hasta hoy permanece impune. Con su muerte quedó truncada la esperanza de terminar la obra inconclusa que dejara con Jaime Cerrón Palomino sobre el materialismo contemplativo de Manuel Gonzáles Prada. En su tumba, en la ciudad de Huancayo, yace un epitafio que lo recuerda: Honor al Intelecto.


Manuel Lagos Arrieta

Aunque se desconoce la fecha exacta del asesinato, es posible que el 20 de abril del 2005, fecha en que se comunicaron por última vez, el médico ayacuchano Manuel Lagos Arrieta, exisabelino y egresado de la UNCP fuera asesinado junto a su brigada por una comunidad aguaruna en Tagkejip, Bagua, Amazonas. Según las versiones periodísticas fueron ultimados con objetos punzantes y corto contundentes, enterrados en una fosa y luego encostalados (333). Lagos fue asesinado junto con Marcelo Huamán Carranza (enfermero), Juan Carlos Espinal Blondet (obstetra) y Gladys Salazar Abad (Técnica). La brigada realizaba trabajos sanitarios en aquella zona, contaban prácticamente con todos los medios, pero menos con uno, el más importante, conocimientos de interculturalidad que debieron haberles impartido en sus centros de enseñanza superior.

Si entendemos que interculturalidad es la relación respetuosa entre varias culturas dentro de un mismo territorio con permanente comunicación, interacción, intercambio y reconocimiento de los valores y modos de vida entre ellas, puesto que ninguna cultura es impermeable, se hubieran salvado esas vidas y las de los propios aguarunas. Faltó enseñarles que cada cultura tiene su propio concepto de salud y enfermedad, algo que el sistema quiere ignorar, producto del diseño de una cultura etnocentrista, hispanohablante y urbana. Atendiendo a esta realidad, en la Facultad de Medicina de la UNCP, se dictaron cátedras de quechua, pero solamente duraron dos o tres años, el cambio de gobierno rectoral hizo que se sustituyeran por otras asignaturas, supuestamente más afines a la Medicina. El rector entrante no había entendido la necesidad vital de ésta y los gobiernos siguientes aún llevan esa tara, dispuestos a repetirla. Esta realidad debe ser considerada una agenda en la lucha universitaria nacional.

Primer Mártir de la Medicina de la UNCP. Manuel Lagos Arrieta fue asesinado en Bagua junto a su brigada médica el 22 de abril del 2005. Diario Correo 4 de mayo del 2005. Archivo personal.



Mausoleo a los Mártires de la UNCP

A solicitud de los estamentos universitarios se acordó perennizar la memoria de los mártires de la UNCP caídos en defensa de la universidad, la cultura y la investigación científica. Así, el Consejo Universitario quedó en rendir un reconocimiento póstumo a Jaime Cerrón Palomino categorizándolo como rector y procedió, dentro de un plazo de 90 días, a la construcción de un mausoleo en el Cementerio General de Huancayo, en un terreno donado por la Beneficencia Pública, donde permanecen los restos de tan insigne maestro en representación de todos los mártires universitarios. En la misma reunión se acordó dar trámite a la dación de ley para que la UNCP se denomine Jaime Cerrón Palomino. Un diario de circulación nacional manifestó acerca de este acontecimiento y de la personalidad del vicerrector desaparecido: “Fue un tenaz luchador por la nacionalización de la Universidad Comunal de ese entonces. Siempre estuvo ligado a los justos reclamos de los trabajadores y campesinos. Su pensamiento claro y avanzado, así como, su energía intelectual, lo llevó a estar imbuido del conocimiento científico y social” (342).

Para concretar el acuerdo se convocó a un concurso bajo responsabilidad del arquitecto José Castillo Córdova en su calidad de consultor: Un diario local testifica el hecho: “El sábado cinco de octubre tendrá lugar la calificación de 80 trabajos presentados al Concurso Universitario de Diseño Arquitectónico pro construcción de un mausoleo para el ex vicerrector Jaime Cerrón Palomino y la edificación de un monumento conmemorativo a los Mártires de la Universidad Nacional del Centro del Perú. Los trabajos ganadores deberán expresar los valores humanos de respeto y conservación físico intelectual de quienes consagran su vida al conocimiento científico” (340). Así, el 12 de octubre de 1991, los ganadores del concurso resultaron: “Roy Luis Alegre Freyre, estudiante del tercer año de la Facultad de Arquitectura de la UNCP, por haber obtenido su trabajo el primer lugar, el estudiante Edgar Ospino Sotelo, por el segundo lugar, y Jorge Meza Iván Alfaro por haber ocupado el tercer lugar. La alumna Isabel Cristina Huamán Álvarez que participó con el seudónimo Chavi 91 ocupó el cuarto lugar y finalmente Jhon Pomayay Vílchez ocupó el quinto lugar. Actuaron de jurados los arquitectos Juan José Casas Bartolomé y Segundo Burgos Malaver, además de la esposa del vicerrector desaparecido, Bertha Rojas viuda de Cerrón” (341).


El mausoleo dedicado a los Mártires de la Universidad Nacional del Centro del Perú lleva en su elevación las iniciales J, C, P, el emblema de la universidad y contiene los restos del Maestro Jaime Cerrón Palomino, los mismos que fueron trasladados con posterioridad.


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